

Programa de Inmigrantes de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castelló.
Si las fronteras delimitan el territorio sobre el que un Estado puede ejercer legítimamente su jurisdicción, su soberanía o suprema potestad, la ciudadanía constituye el mecanismo legal del que se vale el Estado para distinguir entre los miembros de su asociación política y los que no pertenecen a ella. Fronteras y ciudadanía desempeñan de consuno un cometido constitutivo en relación con el Estado y la comunidad política. No se acaban ahí sus funciones: juegan también una función policial, que se pone de manifiesto en el control de los flujos migratorios, pues las fronteras se erigen como muros reales para intentar contener a quienes desean inmigrar y no poseen los papeles adecuados de ciudadanía que les autorizaría a hacerlo.
Fronteras y ciudadanía se dan de la mano también para poner trabas a la libertad de tránsito y residencia (reconocida, por ejemplo, por el art. 12 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos adoptado en 1966). Reforzadas las fronteras con la justificación de controlar nuevas formas de delincuencia, apenas pueden ocultar su función de barreras frente a quienes huyen de la miseria y de la guerra. Su mantenimiento implica apostar por la persistencia de modelos de exclusión y contención que se han demostrado tan ineficaces como injustos.
APOSTILLA (incluida el 06-10-2006):
El miedo a la “desnaturalización” de un país por el incremento del número de inmigrantes no es más que el pánico ideológico de perder hegemonía y control social, pavor a la pérdida de homogeneidad grupal que nunca, o casi nunca, ha existido. Toda sociedad es el resultado de siglos de relaciones, de presencias y de historia, pero una sociedad es, por encima de todo, el conjunto de las personas que la componen en un momento determinado.Aquí tenemos la versión de Alberto Cortez
Ayer se cumplieron 20 años desde que naufragara la primera patera con un resultado de 18 muertos.