Hemos elegido el nombre de Odiseo porque para nosotros simboliza la figura del inmigrante, de quien recorre el mundo y experimenta la alegría o el dolor que causa la acogida o el rechazo de aquel pueblo que lo recibe. Queremos ser como Alcínoo, rey de los feacios, quien en la Odisea de Homero, recibe a Ulises con estas palabras:
Oíd lo que os digo, las palabras que mi corazón en el pecho me dicta. He aquí un huésped que no sé quién es; llegó errante a mi casa, venga ya de poniente o de donde amanece la Aurora, nos suplica encarecidamente que lo acompañemos.

jueves, 8 de enero de 2009

Una persona, una frase, una entrevista y un titular equívoco


Una compañera de Caritas me puso en la pista de la entrevista que Lola Galán realizó el pasado 7 de enero en El País a Katrine Camilleri, abogada de la oficina en Malta del Servicio Jesuita a Refugiados.

De esa entrevista que se puede leer en el enlace, destaco algunas frases:


¿Qué ha aprendido en estos 10 años? "Que la fortaleza humana es inmensa. Cuando visito a un detenido nunca le digo 'eso es imposible', me pida lo que me pida. Con determinación y confianza la gente lo consigue todo".

"Como dice uno de nuestros trabajadores, antes existía la esclavitud forzada, ahora la esclavitud voluntaria".

Camilleri recibió de ACNUR el Premio Nansen 2007 por «su excepcional servicio» a los refugiados.

De esta otra entrevista que le hizo Alberto D. Prieto para El Mundo destaco las siguientes opiniones de la abogada maltesa:

Cada uno necesita algo diferente. Pero lo que todos anhelan es la protección que les falta. Un refugiado necesita la protección cuya falta le ha hecho ser refugiado. Los que están detenidos, lo que necesitan es la libertad. Desesperadamente. La frase que siempre oigo en los centros de detención es: ‘necesito libertad’. Algo así como ‘primero la libertad y luego hablamos…’ Pero lo que creo que precisan de verdad es que se les dé esperanza y amistad. Para eso no hace falta un profesional como yo, eso lo puede dar cualquiera.


Sí, creo que ésa es la tendencia, empujar la frontera hacia el sur. Y ése es el gran debate. En vez de invertir en el desarrollo de esos países de Africa, lo que se hace es darles dinero para que sean el parachoques de Europa. Pero eso no es justo, allí no hay derechos humanos. Así, sólo se acrecientan los problemas de estas personas, que no han venido porque Europa sea muy bonita, sino porque no pueden vivir con dignidad en su propia casa. Enfocarse en el control de fronteras es ignorar el verdadero problema, es construir una presa, como si fuesen un río caudaloso que contener. Es una enfermedad y hay que atacar a las causas, no a los síntomas, no a la gente.

Y es aquí donde se produce un titular equívoco. La entrevista lleva por subtítulo, o como palabras destacadas de la entrevistada, lo siguiente:

«La inmigración es un mal con causas; y sólo atacamos a los síntomas, a la gente».

Es evidente que la palabra "mal" tiene connotaciones peyorativas. Se diría que la entrevistada considera un mal la inmigración.

Pero si leemos el final del segundo párrafo seleccionado por nosotros de la entrevista (último en el periódico) descubrimos una gran diferencia:

Es una enfermedad y hay que atacar a las causas, no a los síntomas, no a la gente.

Obsérvese que no aparece la palabra "inmigración" y, lo más importante, aparece la palabra "enfermedad" y no "mal". Con ella, creemos que Camilleri utiliza una comparación entre la inmigración y una enfermedad, para destacar que hay que incidir en las causas y no en los síntomas; los síntomas son los inmigrantes que llegan al Norte rico; las causas son evidentes.


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