Hemos elegido el nombre de Odiseo porque para nosotros simboliza la figura del inmigrante, de quien recorre el mundo y experimenta la alegría o el dolor que causa la acogida o el rechazo de aquel pueblo que lo recibe. Queremos ser como Alcínoo, rey de los feacios, quien en la Odisea de Homero, recibe a Ulises con estas palabras:
Oíd lo que os digo, las palabras que mi corazón en el pecho me dicta. He aquí un huésped que no sé quién es; llegó errante a mi casa, venga ya de poniente o de donde amanece la Aurora, nos suplica encarecidamente que lo acompañemos.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Sylvestre no tuvo ángel



Sylvestre Nakaimanga y sus amigos se habían hecho un balón a base de trozos de tela y otros materiales que habían recogido por el pueblo de Okaitango, de unos 400 habitantes, cercano a Kibuye, no lejos del lago Kivu, en Ruanda. Todos los días jugaban un partido de fútbol, descalzos, en un campo de tierra rojiza a la entrada del poblado. No había táctica, ni alineación, ni delanteros, o medios, o interiores izquierda o laterales derechos. Sólo eran fijos los porteros. Todos corrían tras el balón, desesperados, levantando una descomunal polvareda; pero se lo pasaban en grande, riendo y gritando, mientras trataban de llevar la pelota de irregular diámetro tras una línea marcada en el suelo, entre dos montones de piedras, que hacía las veces de portería. Cuando lograban un gol, los gritos eran aún más fuertes; también abucheaban a los que fallaban goles cantados.
Sylvestre, de 11 años y de etnia tutsi, soñaba con ser jugador de las “avispas”, que es como se llama a los jugadores de la selección ruandesa. Tenía tres hermanos y vivía con ellos y sus padres en una sencilla cabaña del poblado.
Los niños estaban acostumbrados a ver militares desde hacía varias semanas circulando por la carretera de tierra que llevaba a Kibuye y, por eso, no dieron importancia a los cinco furgones verdes que entraron en la aldea y se detuvieron en lo que podíamos llamar la plaza mayor.
De los furgones bajaron numerosos gendarmes. Después, todo fue muy rápido. Los gendarmes, dando grandes voces y armas en ristre, obligaron a todo el que vieron por la calle a dirigirse hacia la iglesia de la aldea, único edificio digno del lugar. Entraron en las casas y sacaron a la fuerza a quien se encontraba en su interior. Un escuadrón de militares se dirigió a los cultivos cercanos y, al cabo de unos minutos, vinieron llevando ante sus armas, preparadas para disparar, a unos 25 hombres y mujeres.
Sylvestre y sus compañeros de partido ya estaban junto a la pared oeste de la iglesia.
Tras unos momentos iniciales de gritos de unos y otros, los de los gendarmes, imperativos y graves, los de los aldeanos, de protesta e indignación, se pasó a un silencio sobrecogedor, sólo manchado por los chillidos de una bandada de estorninos que revoloteaban entre las ramas de los árboles cercanos al poblado. El sol del abril africano estaba ya cayendo y un cielo rojizo parecía preludiar un día siguiente ventoso.
La descarga de las armas fue atronadora y causó un estrepitoso graznido de los estorninos que salieron volando en direcciones opuestas, asustados ante tan imprevisto sonido.
Disparos aislados indicaban que los soldados estaban rematando los cuerpos que se movían. Después volvieron a sus furgones, se montaron y enfilaron la carretera hacia Kibuye. Una polvareda los hizo casi invisibles hasta que llegaron a la curva y, por un momento, pudieron verse; después los ocultó el bosque.
En el improvisado campo de fútbol había quedado sola e inerte la pelota de trapos con la que, minutos antes, jugaban los niños. Tan inerte como el cuerpo de Sylvestre.

Lo que precede es una narración, totalmente ficticia e ideada por mí, sobre lo que pudo haber sido una masacre en la Ruanda de abril de 1994. Los nombres, excepto Ruanda, Kibuye y Kivu, que existen, son inventados. La historia que he narrado me la ha inspirado el artículo que la Wikipedia dedica al genocidio de Ruanda y que puede leerse aquí.
¿Por qué el genocidio de Ruanda en un blog de un programa de inmigrantes? pueden preguntarse muchos.
Mi propósito ha sido recordar a tantos niños (y no sólo niños) inocentes que han muerto a lo largo de la historia, como consecuencia del odio, la violencia sin sentido, la incomprensión, el orgullo, el simple ejercicio de la barbarie. Aunque ya lejano en el tiempo, casi 14 años, el genocidio de Ruanda ha sido de los más significativos.
“Estoy seguro de que habría habido más reacción si alguien hubiese tratado de exterminar a los 300 gorilas que viven en las montañas de Ruanda". Esta dura y contundente afirmación salió, hace escasas semanas, de los labios del general canadiense Romeo Dallaire, mando superior de las tropas que Naciones Unidas envió a Ruanda para intentar poner fin a los sangrientos enfrentamientos entre hutus y tutsis, que durante décadas habían teñido de sangre la historia de este país del centro de África. Pero no se trataba de gorilas sino de cientos de miles de personas –casi un millón- que murieron víctimas del odio étnico, ante la falta de respuesta de la comunidad internacional. Y de cerca de 1.200.000 que tuvieron que abandonar sus hogares, dejando atrás toda una vida, huyendo de la brutalidad de sus propios semejantes.
Extraigo este último párrafo de una nota de prensa de Manos Unidas, fechada el 6 de abril de 2004, 10 años después de los terribles acontecimientos. El resto de la nota se puede leer aquí.
El motivo de publicar este artículo en un blog sobre inmigración es claro. La emigración de grandes masas de población se produce en muchas ocasiones por causa de la violencia, la guerra, la opresión, la limpieza étnica. A ello se refería Juan Pablo II en su mensaje con motivo de la 90 Jornada Mundial de los Emigrantes y Refugiados del 2004 y firmada en Roma, el 15 de diciembre de 2003.
La otra razón para la historia narrada es fácilmente comprensible: mañana la Iglesia celebra el día de los Santos Inocentes.
La narración de los hechos la leemos en Mateo, 2
13 Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» 14 El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; 15 y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi hijo.” 16 Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. 17 Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: 18 “Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen”. 19 Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: 20 «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.»
21 El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. 22 Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, 23 y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: “Será llamado Nazareno”.
El texto de Mateo nos da la clave para entender el título de este post.
Por desgracia, la historia narrada y referida a Ruanda se puede ampliar y aplicar a otros muchos lugares del mundo donde han muerto, mueren y, esperemos que no, morirán inocentes, víctimas de los Herodes de turno. Sin ir más lejos, en la Palestina actual, la patria de Jesús, y cerca de Belén ha habido no hace mucho matanzas de inocentes a manos de soldados. Los hubo en Beslán, Osetia del Norte. En Irak, Honduras, el Congo o Uganda.
En memoria y recuerdo de tantos inocentes, y como homenaje a tantos emigrantes de la violencia y el odio.


1 comentario:

Anónimo dijo...

A ver si los haces más cortos... aunque está muy bien el contenido...