Ayer tuve la ocasión de pasear apaciblemente en compañía de Rosario, responsable del Programa de Inmigrantes y colaboradora de este blog, por las calles de la zona de apartamentos de Benicàssim. Hacía una tarde magnífica. Durante el paseo hablamos de jóvenes inmigrantes que han pasado por las viviendas del programa y de otros conocidos. Unos han tenido hijos ya aquí, otros se han casado o tienen intención de hacerlo; otros buscan trabajo, hay quienes están en fase de reagrupamiento. Hablamos de los problemas conyugales o familiares que puede ocasionar el distanciamiento, la falta de trabajo, la soledad, etc.
En la conversación hablamos de la irremediable unión que se establece entre inmigrante y trabajo, reduciendo la figura de aquél al ámbito económico.
Ya nos referimos a ello con motivo del discurso de investidura del presidente del Gobierno.
Luego abordamos brevemente la propuesta del Conseller d'Immigració i Ciutadania, Rafael Blasco.En la medida ha terciado Celestino Corbacho, Ministro de Trabajo e Inmigración, (obsérvese la curiosa mezcla, que redunda en lo dicho arriba), quien la ha criticado.
Este ministro ya se ha encargado, por otra parte, de endurecer el discurso gubernamental en inmigración, que, entre otras medidas, incluye un "refuerzo" de las fronteras, el retorno a sus países de los extranjeros que queden sin empleo y la llegada con un contrato de trabajo bajo el brazo.
Ahora parece que todo va por el "control".
Pero volvamos al proyecto de la Generalitat Valenciana.
El obispo responsable de Migraciones de la Conferencia Episcopal Don José Sánchez González, obispo de Sigüenza-Guadalajara, se ha manifestado en contra de este proyecto.
De las declaraciones del prelado destacamos ésta, en consonancia con lo manifestado por nosotros en un anterior artículo, y que hemos reiterado en el presente:
"Las leyes de extranjería e inmigración están fundamentadas todas ellas sobre la defensa de los intereses nacionales y la regulación de la economía y del mercado", unos principios que, en su opinión, "no son los deseables", porque no considera a los inmigrantes en cuanto a sus derechos fundamentales sino como un motor de la economía.
Por otra parte, aquí se puede leer la carta de Don José Sánchez con motivo del Día de las Migraciones del pasado 20 de enero de 2008.
No es, por otra parte, superfluo que recordemos algunos párrafos del documento La Iglesia en España y los inmigrantes, Reflexión teológico-pastoral y Orientaciones prácticas para una pastoral de migraciones en España a la luz de la Instrucción Pontificia Erga migrantes caritas Christi:
La actual realidad de las migraciones en Europa y en España supone una seria interpelación a todos: individuos, sociedad y sus organizaciones, administraciones públicas e Iglesia. Nadie puede permanecer ajeno ni indiferente ante un fenómeno de tal envergadura.
Las respuestas que se están dando por parte de la sociedad son muy diversas. A veces condicionadas por prejuicios o estereotipos o por el temor a lo extraño y desconocido. Es la reacción, minoritaria pero real, que revela actitudes xenófobas, racistas, violentas o discriminatorias.
En cuanto a la respuesta de las administraciones públicas, las leyes de extranjería son, por regla general, restrictivas, a la defensiva y tendentes a priorizar los llamados «intereses nacionales», como la demanda interna de mano de obra, la llamada «seguridad nacional...». El trabajador extranjero puede convertirse en factor de equilibrio, en «colchón de la economía» o en «ejército de reserva para la economía sumergida» del país receptor, sometido a los vaivenes del mercado de trabajo.
Corresponde a la autoridad civil regular los flujos migratorios que razonablemente pueda asumir. Este proceso ha de comenzar en los países de origen. Han de arbitrarse las medidas que garanticen la seguridad en el traslado de las personas y crearse las estructuras de acogida adecuadas. Atención especial debe prestarse a los llamados «sin papeles», respetando siempre su dignidad y derechos fundamentales.
Las respuestas que se están dando por parte de la sociedad son muy diversas. A veces condicionadas por prejuicios o estereotipos o por el temor a lo extraño y desconocido. Es la reacción, minoritaria pero real, que revela actitudes xenófobas, racistas, violentas o discriminatorias.
En cuanto a la respuesta de las administraciones públicas, las leyes de extranjería son, por regla general, restrictivas, a la defensiva y tendentes a priorizar los llamados «intereses nacionales», como la demanda interna de mano de obra, la llamada «seguridad nacional...». El trabajador extranjero puede convertirse en factor de equilibrio, en «colchón de la economía» o en «ejército de reserva para la economía sumergida» del país receptor, sometido a los vaivenes del mercado de trabajo.
Corresponde a la autoridad civil regular los flujos migratorios que razonablemente pueda asumir. Este proceso ha de comenzar en los países de origen. Han de arbitrarse las medidas que garanticen la seguridad en el traslado de las personas y crearse las estructuras de acogida adecuadas. Atención especial debe prestarse a los llamados «sin papeles», respetando siempre su dignidad y derechos fundamentales.
La presencia de los inmigrantes, oportunidad y gracia para vivir la catolicidad
La catolicidad es una nota característica de la Iglesia y la vocación a la que esta debe responder en la historia. La presencia de los inmigrantes ofrece a la Iglesia una oportunidad y ha de ser vista como una gracia que ayuda a la Iglesia a hacer realidad esa vocación de ser signo, factor y modelo de catolicidad para nuestra sociedad en la vida concreta de las comunidades cristianas.
Por eso hemos de dar gracias a Dios por los emigrantes, que nos proporcionan la oportunidad de acogerlos y, por la acción del Espíritu, recibir de ellos, con su trabajo y servicios, sus dones y su riqueza. Este intercambio de dones en la fraterna convivencia es una prefiguración de la humanidad «unida en Cristo».
Del trabajo en los próximos años depende la convivencia de las futuras generaciones en España. La Iglesia tiene una palabra, una tarea propia. Al mismo tiempo, fiel al deseo y al mandamiento de su Señor de reunir en una sola familia a todos los pueblos y desde una correcta lectura de los signos de los tiempos, tiene la oportunidad de constituirse en signo que anticipe el futuro y en modelo de referencia para la sociedad futura, que ya se está percibiendo más fraterna en la unidad de los pueblos diversos.
La catolicidad es una nota característica de la Iglesia y la vocación a la que esta debe responder en la historia. La presencia de los inmigrantes ofrece a la Iglesia una oportunidad y ha de ser vista como una gracia que ayuda a la Iglesia a hacer realidad esa vocación de ser signo, factor y modelo de catolicidad para nuestra sociedad en la vida concreta de las comunidades cristianas.
Por eso hemos de dar gracias a Dios por los emigrantes, que nos proporcionan la oportunidad de acogerlos y, por la acción del Espíritu, recibir de ellos, con su trabajo y servicios, sus dones y su riqueza. Este intercambio de dones en la fraterna convivencia es una prefiguración de la humanidad «unida en Cristo».
Del trabajo en los próximos años depende la convivencia de las futuras generaciones en España. La Iglesia tiene una palabra, una tarea propia. Al mismo tiempo, fiel al deseo y al mandamiento de su Señor de reunir en una sola familia a todos los pueblos y desde una correcta lectura de los signos de los tiempos, tiene la oportunidad de constituirse en signo que anticipe el futuro y en modelo de referencia para la sociedad futura, que ya se está percibiendo más fraterna en la unidad de los pueblos diversos.
3 comentarios:
Pienso que la simple propuesta de un "contrato de integración" es una barbaridad. No quiero imaginar quien va a establecer esos "mínimos de convivencia valencianos", ¿los mismos que piden la educación para la ciudadanía en inglés?
Lo que me sorprende es que el rechazo a tal iniciativa no haya sido mucho más claro y militante. ¿Debemos esperar a que nos afecte personalmente para que nos tomemos en serio estas cuestiones? Será que tenemos lo que nos merecemos:
... Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Efectivamente, Ana, esta propuesta también nos parece, desde el programa, una sinrazón. La integración, la convivencia, no puede ser plasmada en un contrato. La aceptación y el respeto a las leyes y a las costumbres de un pueblo no puede nunca conseguirse mediante un acuerdo propuesto por una parte y suscrito por la otra; incluso aunque fuera acordado por ambas partes. Las leyes deben cumplirlas todas las personas, sean inmigrantes o autóctonos, y las costumbres se adquieren por voluntad propia, no a golpe de contrato.
Respecto al rechazo poco claro o militante no sabemos si te refieres a la respuesta del obispo José Sánchez o a nuestro blog.
Si te refieres al obispo, yo que lo conozco personalmente, puedo asegurarte que es un hombre comprometido dentro del lógico "conservadurismo" de la cúpula episcopal, que no es óbice para tener posturas claras y "militantes" en aspectos como el de la inmigración.
Respecto al programa, cuya línea se plasma en el blog, puede que nos encuentres "suaves" a la hora de manifestar nuestras opiniones, pero el contenido, sinceramente, creemos que es de denuncia de aquellas situaciones que así lo merezcan, como el caso del contrato en la Comunidad Valenciana, y otros artículos en los que manifestamos claramente nuestras posturas.
Te agradecemos el comentario y lo tendremos en cuenta, si es que te refieres a nosotros, para ser más contundentes en otros artículos.
Gracias por leernos.
Mi comentario va sobre las declaraciones del Sr. Obispo de Sigüenza acerca del "contrato de integración" propuesto por la Consellería de la Comunidad Valenciana de Inmigración y Ciudadanía. Tengo en mis manos la entrevista que publica Zenit el 13 de mayo. En ella, la entrevistadora pregunta directamente:"Usted criticó recientemente el llamado "contrato de integración" propuesto por algunas administraciones... Monseñor José Sánchez responde: "Quiero precisar dos cuestiones: en primer lugar, no he criticado en sí el contrato de integración porque no lo conozco. En segundo lugar , yo no tengo autoridad para pronunciarme en nomvre de los obispos ni de la Conferencia Episcopal, como han dicho algunos medios. Esto tiene que quedar bien claro. Yo he hablado como persona sansible a estas cuestiones y con conocimiento del tema, y como obispo de Siguüenza Guadalajara"
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